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AMAL DUNQUL (1940-1983)

Traducción del árabe:

María Luisa Prieto
EL FUTURO TESTAMENTO
 
GÉNESIS

Capítulo primero
En el comienzo fui hombre, mujer y árbol.
Fui padre, hijo y espíritu santo.
Fui la mañana, la tarde
y la mirada fija y circular.
Mi trono era de piedra en la ribera del río.
Las ovejas
pacían, las abejas zumbaban en torno a las
flores, las ocas flotaban en el silencioso lago
y la vida latía como un molino lejano
cuando observé que todo lo que veía
no libraba al corazón del hastío.
(La pelea de gallos
era mi única distracción
en mi solitario asiento
entre las enmarañadas ramas).
Capítulo segundo 
Pensé: si me acerco al agua y me baño, me partiré,
(si me parto, seré doble... y sonreí).
Tras bañarme,
del calor de los labios, las flores tejieron un chal
con el que cubrí mi tembloroso cuerpo.
(Mi trono flotaba cual arca).
Un pájaro voló sobre mi cabeza
y se posó, sacudiéndose la humedad.
Miré en las profundidades del agua.
Miré. Y vi
mi rostro adornado con una corona de espinas.
 
Capítulo tercero
 
Dije: Que haya amor en la tierra, pero no lo hubo.
Dije: Que el río se disuelva en el mar, el mar en la nube,
la nube en sequía y la sequía en fertilidad. Y germine
pan para sostener los corazones hambrientos y hierba para los rebaños
de la tierra, sombra para los exiliados en el desierto de la tristeza.
Vi al hijo de Adán erigiendo sus cercados en torno a la plantación de
Dios, contratando guardianes, vendiendo pan y agua
a sus hermanos y ordeñando las escuálidas vacas.
Dije: Que haya amor en la tierra, pero no lo hubo.
El amor sólo lo poseyeron quienes pudieron pagarlo.
... Y Dios vio que eso no era bueno.
 
Dije: Que haya justicia en la tierra: ojo por ojo y diente por diente.
Dije: ¿Devorará el lobo al lobo y el cordero al cordero?
No pongas la espada en cuellos de niños y ancianos.
Vi al hijo de Adán matando al hijo de Adán, incendiando
las ciudades, hincando su puñal en el vientre de embarazadas,
arrojando los dedos de sus hijos a los caballos como pienso, decorando el banquete de la
victoria con rojos labios gimientes.
La justicia había muerto y regía la ley del rifle. Sus hijos
eran crucificados en las plazas o ahorcados en los rincones.
Dije: Que haya justicia en la tierra, pero no la hubo.
La justicia sólo la poseyeron seres sentados en tronos de cráneos con sudarios como manteles.
Y Dios vio que eso no era bueno.
 
Dije: Que haya razón en la tierra con su voz equilibrada.
Dije: ¿Construirán los pájaros sus nidos en las bocas de las serpientes?
¿Vivirán los gusanos entre las llamas? ¿Se pintará
el búho los ojos con kohol? ¿Sembrará la sal quien espera el trigo, con el transcurrir del tiempo?
Vi al hijo de Adán enloquecer: talando los árboles,
escupiendo en el pozo, arrojando aceite al río,
viviendo en una casa con una bomba escondida
bajo la puerta, hospedando escorpiones en el calor de su pecho,
legando a sus descendientes su fe, su nombre y la camisa de combate.
La razón se convirtió en un mendigo exiliado, apedreado por
niños, arrestado por guardianes de fronteras, con la identidad patriótica
anulada por los gobiernos y el nombre incluido en
las listas de los que odian a su país.
Dije: Que haya razón en la tierra, pero no la hubo.
La razón cayó en un ciclo de exilio y prisión hasta que enloqueció.
Y Dios vio que eso no era bueno.
 

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Amal Dunqul  nació en la aldea de Qala, en el Alto Egipto, en 1940 y falleció en 1983, tras una larga enfermedad. Comenzó escribiendo poesía tradicional rimada y posteriormente realizó una poesía más experimental, convirtiéndose en uno de los principales poetas egipcios contemporáneos. Publicó seis libros de poesía, alcanzando gran fama con su obra El futuro testamento, en 1975.