Nace Badr Shakir Al Sayyab en una aldea llamada Yaykur, al sur de Iraq en el año 1926, año en el que se determina la frontera con Turquía, cerca de la caída y posterior división del Imperio Turco entre las fuerzas aliadas al término de la Primera Guerra Mundial. Como resultado de este reparto, Iraq queda bajo influencia británica, cuya administración instaura en 1921 un régimen supeditado a sus intereses económicos sobre la zona del Golfo Pérsico: la monarquía. Esta institución, asentada en las anquilosadas estructuras otomanas, frena el progreso de una sociedad abierta a la modernización que no tarda en percibir el fraude de su aparente independencia y ve cómo sigue viviendo sometida al feudalismo rural y privada de los derechos básicos, llegando incluso desesperados a empuñar las armas en sangrientos levantamientos reprimidos con crueldad.

            Badr, el mayor de tres hermanos, vive muy apegado a su madre Karima que muere a consecuencia del parto de una niña que no sobrevive. El padre decide casarse de nuevo y abandonar la aldea, quedando los niños al cuidado de su abuelo. Su carácter comienza a manifestarse como el de un niño serio e introvertido, responsable y muy sensible, tanto física como espiritualmente. El ansia de un hogar en el que abunde el amor maternal y el amparo paterno se manifiesta en su obra.

            Desde Yaykur acude diariamente a varias aldeas cercanas para recibir la educación básica iniciándose en la literatura. La llamada de la poesía como un destello de autoafirmación se percibe cuando se traslada a Basora en compañía de su abuela materna para realizar sus estudios secundarios.

            Sus poemas de adolescencia han pervivido recogidos en el poemario Al Bawakir, algunos de corte romántico como "A la orilla del río" y otros de tono elegíaco como "Los mártires de la libertad" en el que manifiesta su sentimiento antibritánico.

            Al terminar los estudios en Basora se dirige solo a Bagdad para ingresar en 1944 en la Escuela Superior de Magisterio y cursar la rama de Lengua y Literatura Árabes. En Bagdad desarrolla las dos cualidades que marcan su personalidad, que ya se vislumbraban desde su infancia y adolescencia: su ideología de compromiso social y su postura poética.

            Conocedor de la opresión en la que viven las clases más bajas tanto en el área rural como en la urbana, y llevado por sus deseos de transformar la sociedad, se integra en las filas del partido comunista iraquí como miembro activo siguiendo los pasos marcados por el modelo soviético que es secundado con entusiasmo por las juventudes de los países árabes. Se convierte en portavoz de propaganda con su poesía y en representante de los estudiantes de su Escuela. Dirige y organiza huelgas contra la administración política de la Escuela y manifestaciones donde, además de pedir la reforma de las instituciones, se exige la retirada de las tropas británicas de Iraq y una intervención internacional ante los masivos asentamientos judíos en Palestina.

 Debido a su continua actividad revolucionaria es encarcelado repetidas veces y finalmente expulsado en 1946 de la Escuela. Cuando es readmitido un curso más tarde, cambia de especialidad y en 1948 se gradúa por Lengua y Literatura inglesa.

            De forma paralela contacta con diversos círculos literarios iraquíes centrados en una línea poética renovadora en tema, forma y estilo que le permite adquirir la originalidad característica propia de su obra. Pertenece a una generación de intelectuales cercana al pensamiento liberal de Occidente, activamente comprometida con la realidad de su país. Al plasmar los problemas de la nueva sociedad, estos poetas toman conciencia del gran freno expresivo que supone la tradicional estructura de la poesía árabe, mantenida desde épocas preislámicas como tabú y particularmente arraigada en Iraq, la casida, que después de disfrutar del esplendor de los periodos omeya y abbasí, vive sumergida en un profundo letargo hasta resurgir con nuevo brillo a finales del siglo XIX.

            La casida ata al poeta a lo largo de todo el poema a un solo metro y a una sola rima, a una dicción ya caduca y a unas oscuras imágenes sin permitirle expresar libremente las inquietudes de las nuevas sociedades inmersas en un vertiginoso remolino de corrientes. Tanto los poetas del movimiento neoclásico como los románticos y posteriormente los simbolistas vieron cómo la casida limitaba su expresión. A pesar de que sus constantes intentos por adaptarla no germinaron en un auténtico movimiento de innovación poética en cuanto a tema y forma, sus experimentos en forma y su ampliación temática fueron muy valiosos para que surgiera y se asentara con éxito una tendencia que transformaría esta realidad, el movimiento del Verso Libre. El verso libre, al reajustar y adaptar las formas arcaicas de la casida que asfixiaban la libertad de expresión del comprometido poeta moderno, realiza una revolución primeramente visible a nivel prosódico. Así establece como unidad métrica el pie frente al verso de múltiples pies; elimina tanto la monorrima como la separación del verso en dos hemistiquios incorporando nuevas formas rítmicas de gran perfección musical. Conceptúa además el poema como un ente único, sin separación posible entre forma y fondo.

            Al Sayyab, sin dejar de escribir poemas de propaganda para el partido comunista, inicia su andadura por el verso libre y en 1946 fecha su primer poema plenamente integrado dentro de esta corriente: "¿Era amor?" de contenido romántico. La publicación de su primer libro de poemas Flores marchitas (1947) muestra a un romántico de ideología revolucionaria marxista, línea mantenida en Leyendas (1950) cuyos poemas se someten en su mayoría al verso libre. Posteriormente se publica una selección revisada de ambos libros titulada: Flores y Leyendas (1963) donde se mezclan poemas escritos siguiendo la tradicional casida con otros en verso libre. Ambos divanes apoyan la expresión de ideas en la asociación psicológica donde los pensamientos de la consciencia se mezclan con el subconsciente y los deseos con los recuerdos. Cuando el poema atiende a la normativa de la casida se observa que la rigidez de ésta limita el fluir y ordena el tema, y cuando escribe el Verso Libre no aparece ninguna estructura que frene la inspiración poética.

Al Sayyab ejerce como profesor de inglés durante el curso 1948-49 en un instituto de provincias. Sin embargo, a principios de 1949 es suspendido de su actividad docente por un espacio de diez años debido a su ideología comunista. Solamente encuentra trabajos temporales y mal retribuidos lo cual le provoca una intensa frustración, además de penuria económica. Todo esto va cambiando su romántico mundo poético y busca valores temáticos y estéticos propios, de acuerdo con sus actuales circunstancias.

  Esta transformación se propagará a la base del verso libre. Al-Sayyab será responsable de la divulgación del verso libre como medio de expresión de las nuevas sociedades árabes ante las nuevas necesidades psicológicas.

La transición hacia un prisma realista y una estética acorde a su visión se inicia con el poema "El enterrador" (1952) donde expresa la degradación social, la injusticia económica de las clases sometidas usando el método eliotiano de abordar el tema central a través de la evocación imaginaria de las emociones.

            Un espacio de dos años paraliza su actividad poética. Debido a motivos políticos se ve obligado a abandonar Iraq, primero hacia Irán y después a Kuwait en un exilio que lo induce a meditar su ideología y postura comunista y le inspira varios de sus más famosos poemas. A su regreso en 1954 comienza su separación paulatina del partido comunista y su acercamiento a partidos de tendencia nacionalista publicando sus posturas poéticas en revistas vinculadas a estas corrientes como Al Adab. Se vuelca en una intensa producción poética que presenta una importante innovación de cara a la estructura y unicidad en tema-forma con la incorporación del mito, un armazón que frenará y organizará el devenir de ideas, visible incluso en sus poemas más largos. Se integra poco a poco en el grupo poético tammuzí al usar con gran frecuencia los rituales de la fertilidad como la base temática de esta época.

            Baal, Tammuz o Adonis, Attis, Osiris, Cristo, dioses del anual renacer de la vegetación y con él del anual ciclo de la vida en las religiones babilónicas, egipcia, griega y cristiana, expresan la resurrección que, originada en el hombre como ser individual, se extiende a todo el universo gracias a la muerte en sacrificio de estos dioses. La figura de Cristo, sola o asociada a algún personaje histórico, a otros dioses de la vegetación o al mismo poeta, matiza el eterno conflicto del ser humano con las fuerzas del mal encarnadas en el imperialismo occidental y en la consiguiente injusticia social, y en el anhelo del individuo por la justicia y la dignidad hasta que resurge triunfante la humanidad.

            El hombre, el poeta en particular, identificado en su sacrificio con Tammuz, Adonis, Cristo, purifica a la ciudad pecadora. Así la muerte es un acto que instaura vida eterna, una etapa dentro del ciclo natural nacer-morir-resucitar.

            Dentro de esta vibrante visión del ciclo humano se desarrolla una simbología aludiendo a las fuerzas del bien que traen resurrección (agua, luz, aldea, flores, palmeras, Yaykur, Buwayb, Cristo, Baal...) y a las fuerzas del mal que conllevan esterilidad (fuego, oscuridad, ciudad, rocas, Bagdad, Babel, Cerbero, Caín, Judas...) en lucha unas con otras. La tierra, universalizada dentro de la concepción panteísta en matriz, tumba y resurrección, se concreta en la amada nación árabe del poeta y más aún en Yaykur, coexistiendo así en carácter particular con el universal.

            Al-Sayyab suple la religión con el panteísmo primitivo llegando a la resurrección a través del mismo hombre. Al realizar el ser humano el acto heroico de salvar a la tierra de la muerte entregando su vida por los demás, la humanidad y toda la creación adquieren carácter divino.

Esta estructura antropológica penetra en la poesía árabe por tres vías: el legado de las antiguas civilizaciones mesopotámicas, la tradición bíblica y la coránica, y la poesía inglesa centrada en la organización del poema de T.S. Eliot "The Waste Land" donde los poetas árabes ven la caída de los poderes occidentales y el resurgir de una nueva civilización. Basándose en el concepto eliotiano de la continuidad histórica, Sayyab desarrolla con un sello personal el tema de la divinización humana. La introducción de mitos, leyendas y referencias históricas como una manifestación de la siempre universal y permanente lucha del hombre con las fuerzas del mal y la inquietud trágica del hombre, para Eliot se deriva, en su primera etapa, a partir de los rituales paganos para seguir, posteriormente, una línea religiosa católica, mientras que en Sayyab es panteísmo ligado a la tierra e impregnado del dinamismo experimental que aporta su ideología socialista. Ante la caída de los valores tradicionales, defraudado en sus esperanzas políticas, liberado de las trabas impuestas por los comunistas, encuentra una base firme y eterna en la cultura local mediante el uso de mitos de su propia cultura mesopotámica: Tammuz, Adonis; de otras religiones como Cristo; aludiendo a personajes históricos de su tiempo o personajes del pasado o recurriendo a mitos como Cerbero para referirse a figuras del presente (Qasim y su sangriento régimen) uniendo de esa forma el pasado con el presente.

            En su búsqueda de la modernidad poética, como Eliot, no hay lugar para la ruptura con la tradición ni con el pasado sino su renovación y posterior transformación en una fuente de creación e inspiración rebosante de vivas y frescas imágenes sensoriales y mentales.

            De Eliot provienen también un extenso vocabulario y variadas imágenes pero con diferente actitud: Sayyab no ve en el agua un elemento destructor como es para Eliot, sino purificador y renovador de la vida. Por otra parte, mientras que en los poemas eliotianos predomina la muerte, la esterilidad, el mal que encarna el pecado, al-Sayyab afirma la resurrección. Las diferencias entre ambos van más allá, la visión poética eliotiana asomada a la tragedia cultural y espiritual se muestra desde un encuadre religioso pero Al Sayyab, siendo un revolucionario que no puede limitarse a contemplar cómo se desmorona la sociedad árabe sin tomar partido e instar a un levantamiento que origine una sociedad de igualdad y fraternidad, la desarrolla desde las condiciones concretas de la sociedad.

En sus poemas de larga extensión, ambos de 1954, "La ramera ciega" y "Las armas y los niños" va apareciendo el poeta maduro con estilo personal, libre de ataduras.

 En 1960 se publica su tercer poemario: El canto de la lluvia donde se recopilan sus poemas escritos desde 1952 y que representa lo mejor de su labor poética.

            Casado desde 1955 con Iqbal, en 1960 dedica un poema a uno de sus dos hijos "Bravo Gaylán". Su situación económica por esta época es muy precaria y además tiene la responsabilidad familiar. Debido a sus cambiantes posturas políticas, se ve incapaz de retener trabajos bien remunerados. Por otra parte, al escribir como columnista literario en nuevas publicaciones de ideologías nacionalistas y participar en congresos de dudosa financiación, va perdiendo admiradores y credibilidad en sus afirmaciones y tendencias.

            Su situación laboral mejora tras la revolución de 1958 pero pronto se agrava cuando comienza a censurar las acciones de sus antiguos compañeros comunistas convertidos en sanguinarios esbirros del dictatorial régimen del general Al Qasem. Ante las barbaries cometidas, su poesía se rebela: "Ciudad sin lluvia", "Ciudad de Simbad", "Cerbero en Babel". Su actitud le ocasiona persecución, arrestos y continuas pérdidas de trabajo. Ante tantas represiones, sintiéndose incomprendido y atacado incluso por otros compañeros poetas, vuelve la mirada a su pasado, a su infancia y adolescencia donde los recuerdos le proporcionan paz y descanso.

            A principios de 1961, en compañía de su familia, deja Bagdad para trasladarse a Basora donde nace su tercer hijo, y ya la enfermedad ha paralizado su pierna izquierda. En su intento desesperado de hallar una cura inicia un largo peregrinaje que se convierte en su calvario hacia la muerte: viajes a Kuwait, Bagdad, Londres, París, tratamientos en modernos hospitales, con curanderos, contactos con sectas religiosas... Indagó todos los rayos de esperanza y siempre detrás, su poesía, testigo de su desesperada lucha, tan pronto radiante de luz como embargada por tenebrosas oscuridades.

            Sus últimos poemarios El templo sumergido (1962) y La casa de los esclavos (1963) son testigos de su lenta agonía, de sus dudas ante la muerte, de su incertidumbre hacia la vida. Desesperanzado, abatido y entregado a su destino, regresa en 1963 a Iraq. Con los dolores de la parálisis afectando a todo su cuerpo, entre los momentos de delirio e inconsciencia halla respiro y consuelo en su desgarradora poesía de límpidas y sencillas imágenes.

            Trasladado a Kuwait durante el verano de 1964 al agravarse su estado, muere el 24 de diciembre. Al día siguiente es enterrado en Basora, el mismo día que se publica su último diván Las celosías de la hija del marqués, donde plasma con escalofriante intensidad su terror, su vacío y su angustia. Ahora su poesía es puro existencialismo.

* (Prólogo del poemario El canto de la lluvia. Publicado en Huerga & Fierro Editores. Madrid, 1996.