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Nizar Qabbani

 

Traducción del árabe:

María Luisa Prieto
FÁTIMA EN LA PLAZA DE LA CONCORDE

 

Tu kohol hiyazí llueve sobre mí
cuando estoy en medio de la plaza de la Concorde.
Me desconcierto
y París se desconcierta conmigo;
un gobierno cae y otro surge,
los periódicos franceses vuelan de sus quioscos,
los manteles vuelan de las mesas de los cafés
y los pájaros piden asilo político
a tus ojos árabes...
 
Mujer árabe que penetra cual puñal en las mañanas de París!
La que toma café con leche
y mis glóbulos rojos y blancos:
no había pensado encontrarte en la estación de la tristeza
ni que me recogieras con las pestañas de tu cariño
en la cumbre del frío, del miedo y de la derrota.
París es capaz de todo,
y el Burdeos rojo anulará la diferencia
entre la escarcha de Europa
y los soles del Tercer Mundo,
entre tu hermoso pudor...
y mi locura...
 
¡Oh, mujer árabe que se rompe en la acera de Montmartre
en fragmentos de jacinto
y un bosque de espadas,
en cuyos ojos se reconcilian la luz y la oscuridad,
el agua y los incendios:
no había pensado
cuando caminaba entre la Vendôme y la Madeleine
entrar en la dialéctica del color negro
ni en la problemática de unos ojos grandes
como anillos de plata...
No había pensado
entrar en los detalles de la historia árabe:
reñí con mi historia
y vine a París para borrar mis recuerdos,
pero apenas bajé del avión,
mis recuerdos descendieron conmigo:
tu pelo gitano, tus vestidos, tus abrigos y tus utensilios de belleza
descendieron conmigo
para cortar la entrada de las calles,
desde el aeropuerto Charles Degaulle
a la catedral de Notre-Dame...
 
¡Fátima de la plaza de la Concorde!
¡Fátima de las Fátimas!
¡Espada adornada con las más hermosas aleyas!
¡Cintura que recita poemas y canciones!
¡Lenguaje que ha anulado todos los lenguajes!
Te doy la bienvenida a París
y te deseo una feliz estancia
en la pradera de mi pecho...
 
¡La de los labios carnosos como fruta!
Qué provocativo es tu perfume
y qué maravilloso desayunar contigo.
Picas un trozo de croissant, como un pajarito,
y picas mi boca, como un pajarito.
Ardilla asiática
que salta desde lo alto de la torre Eiffel a mi pecho
sin miedo a marearse,
se baña en las fuentes del palacio de Versalles
sin miedo a ahogarse
y duerme desnuda en el jardín de las Tullerías
sin miedo a deshonrarse.
 
Mujer árabe de cuyos ojos gotea la miel negra
gota a gota,
de su labio inferior gotea la poesía
verso a verso
y su esbelta garganta resuena la mañana del domingo
cual campana:
no había pensado
pasar contigo algún día bajo el Arco de la Victoria
para dejar una rosa en la tumba del amante desconocido,
no había pensado
ver tu imagen en el museo del Louvre
con las obras de Renoir,
Matisse
y Cezanne
ni ver mis obras poéticas
a la venta en las librerías de la Rive Gauche
con las obras de Rimbaud,
Verlaine
y Jacques Prevert.
 
Buenos días,
pajarito que viene de aguas tibias
a mojarse con la lluvia de París
y la de mi nostalgia.
Buenos días,
pececito que habla árabe,
chapurrea palabras de amor en francés
y me chapurrea en todos los lenguajes de la feminidad.
 
Siempre que viajo a París sin reservar alojamiento,
te conviertes en mi hotel...
 
Buenos días, jardín de azafrán,
buenos días, alfombra de Kashán,
buenos días a tus dedos que duermen entre los míos,
al impermeable que llevabas conmigo,
a los periódicos matutinos que hojeabas conmigo...
Buenos días
a las cafeterías donde charlamos,
a las boutiques donde te acompañé,
a los espejos donde entramos juntos...
Luego te marchaste,
dejándome hasta ahora estampado en ellos...
 
Fátima,
la de labios perfumados con semilla de cardamomo
y pies pintados a la acuarela:
no había pensado
que sería el enamorado más célebre de la historia árabe
y de la historia francesa;
no había pensado
que entraría en París con pasaporte árabe
y saldría
como Presidente de la quinta República.