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Mahmud Darwish

 

Traducción del árabe:

María Luisa Prieto
HELENA, QUÉ LLUVIA
 
Me encontré con Helena un martes, a las tres,
la hora del interminable hastío.
Pero escuchar la lluvia con una mujer como
Helena
es un himno al viaje.
 
Lluvia
¡Qué nostalgia! Nostalgia del cielo por el cielo.
Lluvia
¡Qué gemido! Gemido de los lobos
por su raza.
 
Lluvia sobre el techo de la sequía,
la sequía dorada de los iconos de las iglesias.
- ¿A qué distancia de mí está la tierra?
¿A qué distancia de ti está el amor? Le pregunta
el desconocido a Helena, la vendedora de pan
en una calle tan estrecha como sus medias.
- No está más lejos que una palabra o una
gota de lluvia.
 
Lluvia con hambre de árboles.
Lluvia con hambre de piedras.
El desconocido le dice a la vendedora de pan:
Helena, Helena, ¿llegará el olor de tu pan
hasta una ventana, en un país lejano,
para borrar las palabras de Homero?
¿Ascenderá el agua desde tus hombros
hasta los árboles desecados en un poema?
 
Ella le responde: ¡Qué lluvia!
¡Qué lluvia!
 
El desconocido le dice a Helena: me falta
un narciso para contemplar el agua, tu agua
en mi cuerpo. Contempla,
Helena, el agua de nuestros sueños y encontrarás
a los muertos sobre tus dos riberas que tararean tu
nombre:
Helena, Helena, no nos dejes solos
como la luna.
 
¡Qué lluvia!
¡Qué lluvia!
 
El extranjero le dice a Helena: Yo luché
en tus dos trincheras, y tú no eres
inmune a mi sangre asiática,
ni lo serás a una sangre oscura que corre por
las venas de tus rosas. Helena.
¡Qué duros eran los griegos de aquella época!
Y Ulises era un animal que amaba viajar
en busca de su leyenda.
 
Las palabras que no le dije a ella
las he pronunciado. Y las palabras que
pronuncié no se las he dicho a Helena.
Pero Helena sabe lo que el extranjero no dice.
Sabe lo que dice el extranjero a un perfume que
se rompe bajo la lluvia.
Ella le dice:
La guerra de Troya jamás existió.
No existió
jamás.
¡Qué lluvia!
¡Qué lluvia!